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 “[…] Conocí a Dogny Abreu hace tiempo en una exposición colectiva de artistas locales en la villa donde ambos habitamos. Presentaba dos obras que sobresalían del anonimato predominante por su fuerza y originalidad y eso me impulsó a conocer a su autor. Allí estaba, destacando por su físico: tez bronceada, cabello azabache, grandes ojos risueños, un hombre jovial, desbordante de vitalidad.

Dogny es de familia criolla y su formación en arte es puramente autodidacta. A ella ha ido asimilando la cultura artística contemporánea, hecho que no ha podido borrar el ímpetu de su raza presente en sus obras, que son reflejo de una mentalidad moderna expresada mediante formas propias. El sentido plástico de éstas nace y reside en su mente, donde depura las cualidades hasta llegar a la esencia. Luego, del contacto con la materia durante el proceso de creación, surge una cierta improvisación, que no hará sino resaltar la idea primigenia. […]

Nacido en los años 70, asimila rápidamente la globalización que, en arte, supone el contacto con numerosos y variados estímulos. Conocerá los logros de las vanguardias internacionales que enriquecerán el desarrollo de su personalidad artística. Interroga al universo y como respuesta recibe mil ideas que incendian su mente. Alegre, en armonía con la existencia, se sincera en cada obra, donde nos revela su ingenio y se revela como hombre de respuestas y afirmaciones contundentes.

Realiza su obra sin preocupaciones de oficio. Nunca se sentirá acorralado por sus propias inquietudes porqué está profundamente seguro de sí mismo a la hora de redimir de su estado amorfo la materia que pretende convertir -y lo logra- en un ente capaz de suscitar emociones. Dogny Abreu es un visionario, imagina una obra y no necesita dibujarla, en realidad es su mente la que esculpe, donde desarrolla la fase analítica de cada creación, pasando directamente a la síntesis de la obra al tomar contacto con la materia. Dogny Abreu no tiene conocimientos, conoce y al igual que repetía Picasso, podemos decir que ‘no busca, encuentra’.

Para algunos de nosotros puede no resultar fácil adentrarnos en el arte de Dogny Abreu, entre otras cosas porqué llegamos provistos de un bagaje cultural que podríamos llamar convencional, hecho que implica la necesidad de realizar un esfuerzo para aproximarnos a su obra que, si bien no se halla al margen de la cultura reinante, tiene una identidad propia que la distingue y la define proporcionando otra visión, otra dimensión de lo estrictamente natural.

Ciertamente, no podemos acercarnos al Arte con un programa previamente establecido, con unas teorías formuladas a priori. Tampoco podemos partir de una base sujeta a nuestros gustos particulares ni a las influencias de la moda actual. No deberíamos pues dejarnos condicionar por ningún esquema establecido, solo así llegaremos con imparcialidad a la contemplación de la obra y, en todo caso, a poder emitir un criterio personal, obviamente subjetivo.

Un hondo sentimiento de Naturaleza alimenta toda su obra, que es como su propia vida, franca, sensible, honesta, movilizando una fuerza que puede parecernos nueva, la sencillez. Las posibles sugerencias que recibe del mundo que le rodea se hacen irreconocibles al transformar la materia en forma, en el grado y manera que la sensibilidad del artista solicita.

Pienso que Dogny, nacido bajo unos desconocidos influjos y conjunciones astrales que han determinado su destino, pertenece más a una dimensión cósmica que al estricto mundo que tenemos a nuestro alcance, circunstancia que no lo hace fácilmente aprensible. Por eso, lo que podamos decir de su obra será meramente aproximativo y las sensaciones que tenemos frente a ella pueden ser más fruto de nuestra subjetividad que la interpretación fidedigna de su intención creadora. […]

Dogny Abreu no ha recibido la herencia de nadie y, a la vez es heredero de las lógicas influencias de su perimundo, las cuales ha absorbido e incorporado a su ordenador mental, asimilando subliminalmente los conceptos de su interés. Quizás ahí podemos aplicar lo que expresaba Borges: ‘Yo no copio a nadie. He leído mucho y lo que he leído lo hago mío’. El resultado es una obra con vitalidad, fresca, que resume la comunión del hombre con su entorno; en ella se aprecia la total entrega del artista al sentimiento escultórico, incluso puede apreciarse un cierto grado de ingenuidad, de inocencia, sea en las figuraciones o en aquellas que no reproducen ningún elemento reconocible. Si Jean Cocteau denominaba ‘música blanca’ a la que por su sabia sencillez consideraba música pura, despojada de todo misterio, bien podríamos llamar a la obra de Dogny Abreu ‘escultura blanca’.

Dogny Abreu suele concretar sus temas y lo hace con simplicidad, sin metafísica alguna, sin elementos intermedios que puedan tergiversar su sentido. Su obra es una verdad que quien la conoce no puede ponerla en duda, como tampoco hay duda en que su futuro se escribirá con mayúsculas.” (Ricard Camprodon, 2017, Sobre mis pasos Dogny Abreu_Esculturas_Sculptures, Begemot Art Fashion).


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